Escribo estas líneas cuando el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela ha dado a conocer el peritaje elaborado por su Sala Electoral y ha validado los resultados que fueron anunciados por el Consejo Nacional Electoral la noche del 28 de julio, recién concluidas las votaciones. La validación se ha hecho en base a las actas electorales presentadas por el propio CNE además de las que fueron presentadas por nueve de las diez fuerzas políticas que participaron en el proceso electoral. De inmediato han aparecido las reacciones desde la derecha descalificando el fallo de la máxima instancia de justicia de Venezuela. Corina Machado y Edmundo González por supuesto lo han descalificado pues estaba en su libreto desde antes de las elecciones acusarlas de fraudulentas. A la narrativa del fraude se ha sumado Henrique Capriles y otros opositores venezolanos en el exilio. También los expresidentes colombianos Juan Manuel Santos e Iván Duque diciendo que el fallo es una patraña. El canciller uruguayo Omar Paganini ha expresado que la resolución no es creíble. También desde una cierta o supuesta izquierda se ha alzado la narrativa del fraude. Previsiblemente un Gabriel Böric cada vez más parecido a Lenín Moreno, presto para reconocer a la golpista Dina Baluarte en Perú, ha dicho que “el fallo del TSJ consuma el fraude en Venezuela”. Similar opinión expresó la senadora Isabel Allende, hija de Salvador Allende. Una organización en Venezuela (“La Marx Venezuela”) en un análisis desde una vertiente del trotskismo, ha expresado que en Venezuela esta creciendo una revolución en contra de una dictadura capitalista y proimperialista asentada en “métodos fascistas”. Califica a la oposición ultraderechista aglutinada en Plataforma Unitaria Democrática (PUD) de socialdemócrata y demócrata cristiana y a los integrantes de los “comanditos” que fueron detenidos después de incendiar decenas de hospitales, escuelas, centros electorales, los analiza como parte de una movilización revolucionaria. La antigua comandante sandinista Mónica Baltodano ha publicado un artículo en el que expresa que “Si Maduro perdió es porque cosechó el repudio y el desencanto de las mayorías del pueblo. Ni Ortega, ni Maduro son víctimas de planes imperialistas”. En una mesa de debate organizada por el Canal Red Latinoamérica en el cual participaron Atilio Borón, Pablo Stefanoni, Alina Duarte, Lautaro Rivara y Pierina Ferreti, le escuché decir a ésta última que, en aras de defenderse, el chavismo enarbolaba el fantasma de un “imperialismo abstracto”. En conclusión, esta izquierda coincide con la derecha: en Venezuela hay una dictadura que hizo fraude y que hace uso de un discurso antiimperialista para legitimar sus planes aviesos. En México también observamos el mismo discurso con respecto a la 4T. El ideólogo neoliberal Héctor Aguilar Camín airadamente ha dicho: “El hecho de que la población no entienda lo que va a pasar, no quiere decir que nuestro diagnóstico sea falso. Nuestro diagnóstico es correcto, la población lo puede o no entender. Lo que va a pasar es una autocracia legal, una dictadura”. Pedro Ferriz el periodista de orientación neofascista ha declarado de manera rimbombante que él y un grupo de personas descubrieron el algoritmo que habían invertido los resultados electorales el 2 de junio en México. El 59% de los votos en realidad los obtuvo la candidata de la derecha Xóchitl Gálvez, mientras que Claudia Sheinbaun en realidad obtuvo el 28%. Desde la izquierda, reapareció después de mucho tiempo el otrora llamado Subcomandante Marcos expresando que Andrés Manuel López Obrador resume lo peor de todos los presidentes mexicanos desde 1964, por lo tanto -es posible inferirlo-, es el peor presidente de México en los últimos sesenta años. Escribió Marcos o Galeano como ahora se hace llamar, que López Obrador: “Tuvo el autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz; el nacionalismo de cartón piedra de Luis Echeverría Álvarez; la demagogia corrupta de José López Portillo; la mediocridad administrativa de Miguel de la Madrid; la perversidad de Carlos Salinas de Gortari; la vocación criminal de Ernesto Zedillo; la ignorancia enciclopédica de Vicente Fox; el militarismo y la mecha corta de Felipe Calderón y la frívola superficialidad de Enrique Peña Nieto”. El discurso de la derecha me parece entendible. De manera falsaria y cínica enarbola la bandera de la democracia y la libertad. ¿Es posible creerle al expresidente Vicente Fox su discurso democrático cuando formó parte entusiasta del fraude electoral en el México de 2006? ¿Es posible creerle a María Corina Machado su imagen de demócrata cuando participó en el golpe contra Chávez en 2002 y ha clamado por una invasión estadounidense en Venezuela? ¿Es posible que Edmundo González aparezca como un luchador por la democracia cuando es sabido su participación contrainsurgente desde la embajada venezolana en El Salvador de los ochenta del siglo XX? En lo que se refiere a esa parte de la izquierda que se une al coro reaccionario mundial es más difícil para mí entender su discurso. ¿Cuáles son los motivos que tendría la derecha mundial y el imperio estadounidense para haber montado un incansable y feroz ataque de 25 años contra el régimen chavista si este es una dictadura capitalista y proimperialista? Si como ha dicho Marcos o Galeano, López Obrador es el huevo de la serpiente neoliberal ¿Cómo explicamos el asedio reaccionario e imperial contra su gobierno? Recientemente, Pablo Gómez, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera reveló que la principal organización civil opositora, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad recibió alrededor de 500 millones de pesos (aproximadamente 26.3 millones de dólares) entre 2018 y 2024 de los cuales 96.5 (5.08 millones de dólares) procedieron de la National Endowment for Democracy y la USAID. Casi la totalidad del resto de ese dinero (403.5 millones de pesos=21.3 millones de dólares) provino de los grandes empresarios del capitalismo mexicano. ¿Cuál sería el motivo del encono imperialista y empresarial contra un gobierno dictatorial y capitalista? Mientras termino este artículo, sigo recibiendo las noticias del feroz ataque mediático a Venezuela. La piedra angular del ataque que descalifica al fallo del TSJ es que el Consejo Nacional Electoral no ha publicado las actas electorales. Tendrá que hacerlo preferiblemente antes del 28 de agosto. Es urgente para contrarrestar la feroz ofensiva mediática, versión similar pero aumentada de aquellas que rodearon al derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 y al de Salvador Allende en Chile en 1973.